Mi sentimiento hecho
de callejas,
adoquines y viento
te eleva por la senda
del ayer, y te posa
en el hoy de mi recuerdo.
El campanario quejumbroso
derrama su sonido metálico
y las flechas enhiestas
bajo los arcos perfectos
sostienen años
de tradiciones sempiternas.
El maderamen colgante
-cunas en precipicio-
sobre las cristalinas aguas
del Tepango te mecen
y mil guerreros augustos
vestidos de primavera
te resguardan, pueblo.
Tu sonrisa
de sol naciente
se suspende
de callejas,
adoquines y viento
te eleva por la senda
del ayer, y te posa
en el hoy de mi recuerdo.
El campanario quejumbroso
derrama su sonido metálico
y las flechas enhiestas
bajo los arcos perfectos
sostienen años
de tradiciones sempiternas.
El maderamen colgante
-cunas en precipicio-
sobre las cristalinas aguas
del Tepango te mecen
y mil guerreros augustos
vestidos de primavera
te resguardan, pueblo.
Tu sonrisa
de sol naciente
se suspende
como el trino
de un alero.
Y salta la chispa
de tu sierra
en el húmedo
florido traspatio,
entonada en
buganvillas
abrazadas a
las tapias
y prorrumpen
en carcajadas
quebradas en extremo
como oblongas
cabelleras.
Y vuelvo a verte
en mis colores,
como los mil colores
de mi trompo,
como el tornasol
de flamboyanes
en las viejas sienes
Y salta la chispa
de tu sierra
en el húmedo
florido traspatio,
entonada en
buganvillas
abrazadas a
las tapias
y prorrumpen
en carcajadas
quebradas en extremo
como oblongas
cabelleras.
Y vuelvo a verte
en mis colores,
como los mil colores
de mi trompo,
como el tornasol
de flamboyanes
en las viejas sienes
de mi tiempo.
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