miércoles, 10 de octubre de 2007

AJEDREZ DE AMOR

Hace más de un siglo
que mueves mi pasión
desde la perspectiva
de las negras,
y yo no he pulsado
tu sentimiento
desde la crin
de mis blancas.

Que ya tocas,
distraída,
el peón de mis celos;
molesta,
el alfil de mi cielo;
coqueta,
el bridón
de mis enojos;
y te sientes
dueña y señora
del cuadrado.

Y yo no he tocado
-no por debilidad,
ni por asomo de ansiedad-
la encendida pasión
de tus caballos
ni la pieza negra
de tus senos,
ni el altivo torreón
de tu cuerpo.
Y he respetado
-jugador sereno-
toda la cuadrícula
del tablero.

Y tú, en cambio,
sigues de las blancas
doblegando
la gracia
y la abundancia
amorosa
de su reina

Y yo continúo,
pensativo,
sin acertar a mover
la gallardía
de tus infantes,
ni la belleza
de tu dama,
ni la excitación
de tus corceles.
Pero el colmo…
te has atrevido
a golpear
la tranquilidad
de mi soberano
con el pretendido
jaque-mate
de tus impasibles
emociones.

¡Y me he decidido
al fin!
¡Qué choque!
El donaire
de tu soberana
se engulle el enojo
de mis atalayas.
Tu alfil,
sonrisa franca,
se come la seriedad
de mis peones;
y el cándido
pensar de tu señor
se impone
al intrincado
razonar de mi torre.

¡Pero qué ojos
los de tu emperatriz
ante la proximidad
de mi monarca!
¡Qué sensualidad
de tus labios
al sentir
el galope tendido
de mis besos!
¡Y qué frenesí
de tus ansias
en el sosiego
de mis brazos!
¡Y qué de caricias
y ternuras
en la cuadrícula
del tablado!

¡Qué partida
por conseguirme!
¡Qué lucha
por olvidarte!
¡Qué de infantería
fundida
en el fragor
de la batalla!
¡Y cuántos
torreones caídos!
¡Y cuántas
ilusiones olvidadas!

Y mi rey
que en siglos
había construido
un baluarte
de emociones,
invencible,
al sentir el contacto
de tu reina
trocó su cólera
infinita
por un amor
sin engaños…
y se tendió
a morir despacio
al encenderse
el tablero
con el jaque-mate
de tu olvido
y el eterno adiós
de tu abrazo.

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