jueves, 11 de octubre de 2007

REQUIEBRO A LA MUERTE

“¡Anda putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!”
José Gorostiza


¡Qué de pronto
vino el silencio!
¡Como ladrón familiar
entró a tu cuerpo!
Tú lo acogiste
sereno.
Entre copa y copa,
paciente
entre pacientes,
te esperó artero.

Decaíste
en el umbrío aposento
donde madre
esposa e hijos
se consumían contigo
viéndote morir
calladamente.

¡Qué de pronto vino!

Llegó como ladrón
y se metió
en tu vientre.
No lo reconociste
porque joven aún
no entendiste
lo terrible
del silencio.
¡Ay, lo terrible
del silencio!

Te hizo cruzar
las piernas
y en bamboleo
crecer como antes
tu palabra,
tu barba
de náufrago silente.
Y te imposibilitó
para el baloncesto
que otrora
jugaste señero.
Y te prohibió estar
junto a seres amados
que a distancia
luchaban por verte.
Cada día, tus amigos,
importunábamos:
“¡Que te mejores!”
sabiendo que la Muerte
te esperaba en el lecho.
Fue la última mujer
de mil de ellas
que se acostó contigo
para beber la gota
púrpura de tus labios
y convertirlos
en mágico nácar.

¡Qué terrible silencio
se apoderó de tu cuerpo!

¿Y tu carcajada,
alfaguara de aliento?
Hoy viaja
por tiempos ignotos
en el espacio
del recuerdo.
Aún la escucho:
¡Chispa de vida!
¡Requiebro al aire!
¡Piropo a la nada!
¡A todo!
¡A la vida!
¡A la muerte!

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