En el libro abierto del recuerdo
en la hoja pendiente del ayer…
¡Te veo!
En la sonrisa esfumada del espacio
en el silencio bordado por los siglos
en la musicalidad de un trino
en la soledad de la distancia…
¡Te veo!
Te veo
en el crepitar de una llama
en la trepidante luz de los luceros
en la abrupta aparición de un lirio
en la sonora carcajada de un niño…
¡Te veo!
Te veo en la distancia
en la hoja pendiente del ayer…
¡Te veo!
En la sonrisa esfumada del espacio
en el silencio bordado por los siglos
en la musicalidad de un trino
en la soledad de la distancia…
¡Te veo!
Te veo
en el crepitar de una llama
en la trepidante luz de los luceros
en la abrupta aparición de un lirio
en la sonora carcajada de un niño…
¡Te veo!
Te veo en la distancia
y en el pasado te veo.
Te veo porque estás en mí,
inmersa en los piélagos
de mi sentimiento,
en los ayeres de mi vida,
en los océanos del pensamiento.
Te veo porque estás en mí,
inmersa en los piélagos
de mi sentimiento,
en los ayeres de mi vida,
en los océanos del pensamiento.
Y porque te veo, te quiero.
Te quiero en la desdoblada
personalidad de mi existencia.
Te siento en el grácil
aroma de la primavera.
Te encuentro en el diáfano
cristal de una gotera y…
¡Te quiero!
Te quiero vestida
con la falda del ayer
porque el ayer soy yo
personalidad de mi existencia.
Te siento en el grácil
aroma de la primavera.
Te encuentro en el diáfano
cristal de una gotera y…
¡Te quiero!
Te quiero vestida
con la falda del ayer
porque el ayer soy yo
y en mí, ayer, te veo.
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