martes, 16 de octubre de 2007

IN…MUTABLE

Estoy sentado.
A mi lado los perros pasan,
desesperados,
su lengua por las heces.
Terminan su obra despreciable
y me ladran y me lamen,
pero yo soy el inmutable.

Un hombre me untó de su aceite
y me bañó con sus mejores perfumes,
arropóme con una túnica fina,
adoróme con flores eternas
y me pidió más riquezas,
pero…yo fui el inmutable.

Una mujer anciana y pobre
me contó sus desgracias,
lloró a mis pies,
depositó flores silvestres
y me adoró en silencio.
De mis ojos brotó una lágrima
caída de la infancia
y reconocí a mi madre.
La tomé de la mano,
acaricié su rostro
y partí con ella…
¡Ya no fui el inmutable!

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