miércoles, 17 de octubre de 2007

PRETÉRITO SANTIAGO 1980

Ezequiel L. García Díez

SANTIAGO

¡Santiago…!
Descorro el velo que te cubre
y salta de tu flor de noche
la fragancia.
Fragancia de estrellas
con miríada de lunas llenas.
Prorrumpen verdes grillos
-luz de tus luciérnagas-
en las límpidas orillas de tu río
con ritmo de andar de sierpe
como en fiestas…
¡Estallido de cohetes!

¡Hoy de gala luces
sensitivo Santiago!
¡Se han prendido a tu pecho
soles esmeraldinos
fugitivos en su vuelo
eternos en su brillo!
¡Y coronan tu quebrada
cabellera –nimbada
con dijes de quimera-
un círculo de olivos
montes arrogantes
recortados en el horizonte!

Tu vieja sierpe cristalina
va tejiendo la cuna
de tus puentes suspendidos
en la transparencia
crepuscular de un trino.

¡Santiago!...
¡Tradición añeja!
¡Líceres multicolores
bailando al compás
del grito de niños:
alarido de ayeres en calleja!

¡Danza cincelada
a golpe de soga
y grito señero
entre acacias de junio
y ladrido de perros!
¡Danza bordada
con hilos hispanos
y lianas olmecas
entre cascadas de lío
y prodigio de gente!

¡Danza de Los Negros!
¡Arbitro del presente!
¡Señorial historia
celosamente guardada
en mi memoria!
¡Rojos listones
penden de tu máscara
que recibe el golpe mortal
de tu oponente:
chicozapote diestro!

¡Santiago!...
Te he plasmado con visos
de tradición imperecedera
que emerge de tu fértil tierra
entre la apacible melodía
de tus sones y el canto
selvático de tus varones…
¡Santiago!

TRAIGO PUEBLO

Traigo, pueblo,
las notas
de mi pensamiento
deshechas por el tiempo.
Y he tenido para cantarte,
pueblo, que tomar
las cuerdas de tu río,
el bramante de tus calles,
las cuerdas
de mi sentimiento.

Y me he sentado
clandestinamente
sobre el lomo
de tu serranía
para verte nacer
al declive brillar
de las estrellas.
Y he tomado
para cantarte
el sonido de tu campanario,
el tic-tac de tu reloj
dominical, y el ritmo
de tus pajarillos
en sus ramas.

He navegado
en viaje nocturno
por el cauce
de tu agua pedregosa
para verte morir
en la margen
descompuesta
de mi rostro.

Traigo, pueblo,
las cuerdas
de mi pensamiento
deshechas por el tiempo.
Y preciso es que
en un abrir de primavera
y un cerrar
de abril cualquiera
me devuelvas el canto
suspendido en el
báculo de mi quimera
y retorne a mis
destruidas guitas
la musicalidad
de tus ríos y calles
y el amor florido
en tardes de mayo.

Traigo…Pueblo.

YO SOY TÚ…PUEBLO

Mi sentimiento hecho
de callejas,
adoquines y viento
te eleva por la senda
del ayer, y te posa
en el hoy de mi recuerdo.

El campanario quejumbroso
derrama su sonido metálico
y las flechas enhiestas
bajo los arcos perfectos
sostienen años
de tradiciones sempiternas.

El maderamen colgante
-cunas en precipicio-
sobre las cristalinas aguas
del Tepango te mecen
y mil guerreros augustos
vestidos de primavera
te resguardan, pueblo.

Tu sonrisa
de sol naciente
se suspende
como el trino
de un alero.
Y salta la chispa
de tu sierra
en el húmedo
florido traspatio,
entonada en
buganvillas
abrazadas a
las tapias
y prorrumpen
en carcajadas
quebradas en extremo
como oblongas
cabelleras.

Y vuelvo a verte
en mis colores,
como los mil colores
de mi trompo,
como el tornasol
de flamboyanes
en las viejas sienes
de mi tiempo.

CUANDO SANTIAGO TEJE

Cuando Santiago teje
una alfombra roja
con sus flamboyanes
es el abrigo cálido de mayo.
Resuenan, entonces,
las primeras lluvias
en el timbal de la sierra
y una fragancia de líceres
suspira la tierra.

Abre su húmeda lengüeta
el fagot grave de junio
y retumba la soga del lícer
en el xilófono de la sierra.
Julio nos llega
percusión de tambor
llamando a fiesta
y Santiago se corona reina.

El hombre bravío
baja de la cordillera
y templa el arco
de su tradición
en su fiesta añeja.
Danza con la orquesta
-himno multitudinario-
el temible Negro
y a caballo Santiago
salta por las calles.

Hilvana el Duque de Miranda
el veinticinco a las once
un tapiz azul de amor
al son del arpa,
el requinto y la jarana.
Y de Xogoyo y el Marqués
La Pelona y La Quinta
vienen un aire festivo
una canción de amor
historia y tradición
y del Duque un poema.

El charro monta su bridón
y a galope tendido
extiende el banderín
para llevarse el aplauso
la liana de triunfador
y de la reina un abrazo.
En acordes de trompeta
leva la enseña tricolor
porque ha caído
en Torneo de Cintas
el esfuerzo y el fragor
otro veintiséis de julio
desmayado en cinta de color.

Y en la noche el baile espera
-cita de amor, primera-
para urdir el requiebro
en los arco de su templo
y empezar otro ciclo
-renovado espíritu-
de tradición eterna.

Cuando Santiago teje
una alfombra roja
con sus flamboyanes
es el abrigo cálido de mayo.

martes, 16 de octubre de 2007

PRETÉRITO SANTIAGO

A Fernando Bustamante Rábago
respetuosamente


Es el fuego lento
de mi devoción prístina
que lanza su pavesa
de pretérito tiempo,
quien hoy te canta,
pueblo mío.

Traigo
Santiago de ensueño
el silencioso grito
de tu plazuela ausente
el atomizado amor
del parquecillo
que entre palmeras
se volcó silente
el herrumbroso sonar
de la herradura
sobre el empedrado
de la vetusta calle
cual acompasado ritmo
de sangrante recuerdo
de tu caballero andante.

Hoy que el tiempo
se detiene
en la cantarina voz
de la vieja gente,
atrapada en el tránsito
de moderna vía
do se escucha
quejumbrosa muerte,
vives tú sufriendo
tierra mía.

Con ellos mueres
Santiago delirante
de El Palenque
que te dio vida
y forjó la paradoja
del hábil jugador
que te construye
y cautiva.

¡Oh, Santiago del ritual eterno!
¡Queja de selva en extinción!
¡Risueño!
¡Ya no oigo
el rechinar del aspa
-canción de cuna-
de tu molino viejo!
¡Ni el dulce himno
-suave responso-
del son de aserradero!
¡Ni tu Casa de Piedra
tiene el chaneque
que solía domeñar
rebeldías inocentes!

¡Hoy traigo,
pretérito Santiago,
el herrumbroso ritmo
de mi canto,
cual ave blanca pendiente
de la dorada paz
de tu crepúsculo...
acuarela de luz sonriente!

¡Santiago que mis ojos vieron!
¡Salmo que entonaron
mis ancestros!
¡Carcajada de viejos
que deambulan!
¡Canto nostálgico
de mi recuerdo!
Hoy vuelvo a sentirte
como ayer:
mansedumbre de tiempo…
quietud de agua…
crisol eterno…
¡Santiago!
¡Santiago de ensueño!

DIÁSPORA 1982

Ezequiel L. García Díez


CALLADA OBSESIÓN

Uno te ve
y taciturno derrama
en gotas su mar
de amor callado
y se va y vuelve
cada día, cada tarde,
con ese mar de amor
para verterlo en silencio
en tu mirada clara.

Uno te ve…y se calla:
se detiene el mar
el viento se calma
se encienden los ojos
enmudece la palabra.

Yo soy el verbo extraño
la palabra silente
la que nada dice
la que sólo siente
y todo calla.

Yo soy ese amor de mar
que cada tarde se va y vuelve
y se vuelca en gotas
sobre tu cuerpo nácar.

Yo soy ese mar dormido
ceñido a tus cabellos
que corre como lágrima
por tu blanco rostro
y toca con mil manos
de tu cuerpo las formas
y deja un beso
quemante como rayo.

Uno es la palabra extraña
y tú, la presencia nívea
que todo acalla.

TE VEO…TE QUIERO

En el libro abierto del recuerdo
en la hoja pendiente del ayer…
¡Te veo!

En la sonrisa esfumada del espacio
en el silencio bordado por los siglos
en la musicalidad de un trino
en la soledad de la distancia…
¡Te veo!

Te veo
en el crepitar de una llama
en la trepidante luz de los luceros
en la abrupta aparición de un lirio
en la sonora carcajada de un niño…
¡Te veo!

Te veo en la distancia
y en el pasado te veo.
Te veo porque estás en mí,
inmersa en los piélagos
de mi sentimiento,
en los ayeres de mi vida,
en los océanos del pensamiento.

Y porque te veo, te quiero.
Te quiero en la desdoblada
personalidad de mi existencia.
Te siento en el grácil
aroma de la primavera.
Te encuentro en el diáfano
cristal de una gotera y…
¡Te quiero!

Te quiero vestida
con la falda del ayer
porque el ayer soy yo
y en mí, ayer, te veo.