miércoles, 17 de octubre de 2007

SANTIAGO

¡Santiago…!
Descorro el velo que te cubre
y salta de tu flor de noche
la fragancia.
Fragancia de estrellas
con miríada de lunas llenas.
Prorrumpen verdes grillos
-luz de tus luciérnagas-
en las límpidas orillas de tu río
con ritmo de andar de sierpe
como en fiestas…
¡Estallido de cohetes!

¡Hoy de gala luces
sensitivo Santiago!
¡Se han prendido a tu pecho
soles esmeraldinos
fugitivos en su vuelo
eternos en su brillo!
¡Y coronan tu quebrada
cabellera –nimbada
con dijes de quimera-
un círculo de olivos
montes arrogantes
recortados en el horizonte!

Tu vieja sierpe cristalina
va tejiendo la cuna
de tus puentes suspendidos
en la transparencia
crepuscular de un trino.

¡Santiago!...
¡Tradición añeja!
¡Líceres multicolores
bailando al compás
del grito de niños:
alarido de ayeres en calleja!

¡Danza cincelada
a golpe de soga
y grito señero
entre acacias de junio
y ladrido de perros!
¡Danza bordada
con hilos hispanos
y lianas olmecas
entre cascadas de lío
y prodigio de gente!

¡Danza de Los Negros!
¡Arbitro del presente!
¡Señorial historia
celosamente guardada
en mi memoria!
¡Rojos listones
penden de tu máscara
que recibe el golpe mortal
de tu oponente:
chicozapote diestro!

¡Santiago!...
Te he plasmado con visos
de tradición imperecedera
que emerge de tu fértil tierra
entre la apacible melodía
de tus sones y el canto
selvático de tus varones…
¡Santiago!

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