miércoles, 17 de octubre de 2007

PRETÉRITO SANTIAGO 1980

Ezequiel L. García Díez

SANTIAGO

¡Santiago…!
Descorro el velo que te cubre
y salta de tu flor de noche
la fragancia.
Fragancia de estrellas
con miríada de lunas llenas.
Prorrumpen verdes grillos
-luz de tus luciérnagas-
en las límpidas orillas de tu río
con ritmo de andar de sierpe
como en fiestas…
¡Estallido de cohetes!

¡Hoy de gala luces
sensitivo Santiago!
¡Se han prendido a tu pecho
soles esmeraldinos
fugitivos en su vuelo
eternos en su brillo!
¡Y coronan tu quebrada
cabellera –nimbada
con dijes de quimera-
un círculo de olivos
montes arrogantes
recortados en el horizonte!

Tu vieja sierpe cristalina
va tejiendo la cuna
de tus puentes suspendidos
en la transparencia
crepuscular de un trino.

¡Santiago!...
¡Tradición añeja!
¡Líceres multicolores
bailando al compás
del grito de niños:
alarido de ayeres en calleja!

¡Danza cincelada
a golpe de soga
y grito señero
entre acacias de junio
y ladrido de perros!
¡Danza bordada
con hilos hispanos
y lianas olmecas
entre cascadas de lío
y prodigio de gente!

¡Danza de Los Negros!
¡Arbitro del presente!
¡Señorial historia
celosamente guardada
en mi memoria!
¡Rojos listones
penden de tu máscara
que recibe el golpe mortal
de tu oponente:
chicozapote diestro!

¡Santiago!...
Te he plasmado con visos
de tradición imperecedera
que emerge de tu fértil tierra
entre la apacible melodía
de tus sones y el canto
selvático de tus varones…
¡Santiago!

TRAIGO PUEBLO

Traigo, pueblo,
las notas
de mi pensamiento
deshechas por el tiempo.
Y he tenido para cantarte,
pueblo, que tomar
las cuerdas de tu río,
el bramante de tus calles,
las cuerdas
de mi sentimiento.

Y me he sentado
clandestinamente
sobre el lomo
de tu serranía
para verte nacer
al declive brillar
de las estrellas.
Y he tomado
para cantarte
el sonido de tu campanario,
el tic-tac de tu reloj
dominical, y el ritmo
de tus pajarillos
en sus ramas.

He navegado
en viaje nocturno
por el cauce
de tu agua pedregosa
para verte morir
en la margen
descompuesta
de mi rostro.

Traigo, pueblo,
las cuerdas
de mi pensamiento
deshechas por el tiempo.
Y preciso es que
en un abrir de primavera
y un cerrar
de abril cualquiera
me devuelvas el canto
suspendido en el
báculo de mi quimera
y retorne a mis
destruidas guitas
la musicalidad
de tus ríos y calles
y el amor florido
en tardes de mayo.

Traigo…Pueblo.

YO SOY TÚ…PUEBLO

Mi sentimiento hecho
de callejas,
adoquines y viento
te eleva por la senda
del ayer, y te posa
en el hoy de mi recuerdo.

El campanario quejumbroso
derrama su sonido metálico
y las flechas enhiestas
bajo los arcos perfectos
sostienen años
de tradiciones sempiternas.

El maderamen colgante
-cunas en precipicio-
sobre las cristalinas aguas
del Tepango te mecen
y mil guerreros augustos
vestidos de primavera
te resguardan, pueblo.

Tu sonrisa
de sol naciente
se suspende
como el trino
de un alero.
Y salta la chispa
de tu sierra
en el húmedo
florido traspatio,
entonada en
buganvillas
abrazadas a
las tapias
y prorrumpen
en carcajadas
quebradas en extremo
como oblongas
cabelleras.

Y vuelvo a verte
en mis colores,
como los mil colores
de mi trompo,
como el tornasol
de flamboyanes
en las viejas sienes
de mi tiempo.

CUANDO SANTIAGO TEJE

Cuando Santiago teje
una alfombra roja
con sus flamboyanes
es el abrigo cálido de mayo.
Resuenan, entonces,
las primeras lluvias
en el timbal de la sierra
y una fragancia de líceres
suspira la tierra.

Abre su húmeda lengüeta
el fagot grave de junio
y retumba la soga del lícer
en el xilófono de la sierra.
Julio nos llega
percusión de tambor
llamando a fiesta
y Santiago se corona reina.

El hombre bravío
baja de la cordillera
y templa el arco
de su tradición
en su fiesta añeja.
Danza con la orquesta
-himno multitudinario-
el temible Negro
y a caballo Santiago
salta por las calles.

Hilvana el Duque de Miranda
el veinticinco a las once
un tapiz azul de amor
al son del arpa,
el requinto y la jarana.
Y de Xogoyo y el Marqués
La Pelona y La Quinta
vienen un aire festivo
una canción de amor
historia y tradición
y del Duque un poema.

El charro monta su bridón
y a galope tendido
extiende el banderín
para llevarse el aplauso
la liana de triunfador
y de la reina un abrazo.
En acordes de trompeta
leva la enseña tricolor
porque ha caído
en Torneo de Cintas
el esfuerzo y el fragor
otro veintiséis de julio
desmayado en cinta de color.

Y en la noche el baile espera
-cita de amor, primera-
para urdir el requiebro
en los arco de su templo
y empezar otro ciclo
-renovado espíritu-
de tradición eterna.

Cuando Santiago teje
una alfombra roja
con sus flamboyanes
es el abrigo cálido de mayo.

martes, 16 de octubre de 2007

PRETÉRITO SANTIAGO

A Fernando Bustamante Rábago
respetuosamente


Es el fuego lento
de mi devoción prístina
que lanza su pavesa
de pretérito tiempo,
quien hoy te canta,
pueblo mío.

Traigo
Santiago de ensueño
el silencioso grito
de tu plazuela ausente
el atomizado amor
del parquecillo
que entre palmeras
se volcó silente
el herrumbroso sonar
de la herradura
sobre el empedrado
de la vetusta calle
cual acompasado ritmo
de sangrante recuerdo
de tu caballero andante.

Hoy que el tiempo
se detiene
en la cantarina voz
de la vieja gente,
atrapada en el tránsito
de moderna vía
do se escucha
quejumbrosa muerte,
vives tú sufriendo
tierra mía.

Con ellos mueres
Santiago delirante
de El Palenque
que te dio vida
y forjó la paradoja
del hábil jugador
que te construye
y cautiva.

¡Oh, Santiago del ritual eterno!
¡Queja de selva en extinción!
¡Risueño!
¡Ya no oigo
el rechinar del aspa
-canción de cuna-
de tu molino viejo!
¡Ni el dulce himno
-suave responso-
del son de aserradero!
¡Ni tu Casa de Piedra
tiene el chaneque
que solía domeñar
rebeldías inocentes!

¡Hoy traigo,
pretérito Santiago,
el herrumbroso ritmo
de mi canto,
cual ave blanca pendiente
de la dorada paz
de tu crepúsculo...
acuarela de luz sonriente!

¡Santiago que mis ojos vieron!
¡Salmo que entonaron
mis ancestros!
¡Carcajada de viejos
que deambulan!
¡Canto nostálgico
de mi recuerdo!
Hoy vuelvo a sentirte
como ayer:
mansedumbre de tiempo…
quietud de agua…
crisol eterno…
¡Santiago!
¡Santiago de ensueño!

DIÁSPORA 1982

Ezequiel L. García Díez


CALLADA OBSESIÓN

Uno te ve
y taciturno derrama
en gotas su mar
de amor callado
y se va y vuelve
cada día, cada tarde,
con ese mar de amor
para verterlo en silencio
en tu mirada clara.

Uno te ve…y se calla:
se detiene el mar
el viento se calma
se encienden los ojos
enmudece la palabra.

Yo soy el verbo extraño
la palabra silente
la que nada dice
la que sólo siente
y todo calla.

Yo soy ese amor de mar
que cada tarde se va y vuelve
y se vuelca en gotas
sobre tu cuerpo nácar.

Yo soy ese mar dormido
ceñido a tus cabellos
que corre como lágrima
por tu blanco rostro
y toca con mil manos
de tu cuerpo las formas
y deja un beso
quemante como rayo.

Uno es la palabra extraña
y tú, la presencia nívea
que todo acalla.

TE VEO…TE QUIERO

En el libro abierto del recuerdo
en la hoja pendiente del ayer…
¡Te veo!

En la sonrisa esfumada del espacio
en el silencio bordado por los siglos
en la musicalidad de un trino
en la soledad de la distancia…
¡Te veo!

Te veo
en el crepitar de una llama
en la trepidante luz de los luceros
en la abrupta aparición de un lirio
en la sonora carcajada de un niño…
¡Te veo!

Te veo en la distancia
y en el pasado te veo.
Te veo porque estás en mí,
inmersa en los piélagos
de mi sentimiento,
en los ayeres de mi vida,
en los océanos del pensamiento.

Y porque te veo, te quiero.
Te quiero en la desdoblada
personalidad de mi existencia.
Te siento en el grácil
aroma de la primavera.
Te encuentro en el diáfano
cristal de una gotera y…
¡Te quiero!

Te quiero vestida
con la falda del ayer
porque el ayer soy yo
y en mí, ayer, te veo.

DESOLACIÓN

¡Ay, la carne se te marchita
debajo de ese ropaje en flor!
¡Ay, si me dejaras beber
las mieles de tu ilusión
compraríamos del cielo
a falta de tierra, una porción!

¡Ay, la caña candente
abierta en botón!
¡Ay, el sol ardiente
durmiendo en durmientes
de ensoñación!
¡Sobre vías anda
la vía de mi pasión!

¡Ay, el invierno se hace presente
y el otoño en hojas cayó!
Sobre tu adormilado cuerpo
un último abril se prendió.
Y yo fui tu primavera
que en flores y aves cantó,
balbuciendo en girasoles,
azucenas y jazmines
prendí tu cabellera
con un beso de adiós.

Y me dejaste partir
como parte el sol:
encendido en brasa, lento,
encendido de tierno amor.
Y me dejaste partir
como parte el sol:
somnoliento en mi desgracia,
en mi desgracia de amor.

¡Ay, la carne se te marchita…
y con ella me marchito yo!

ODA A LA MUERTE

Profanas la vida
y los cadáveres.
Trepanas los huesos,
el músculo
y los tejidos
y nos haces morir
lentamente en el tiempo.

Tumbados en la arena
horadamos el infinito
y en el silencio astral
te encontramos:
muerte oscura
iluminando la encrucijada
de la vida.
Sobre la noche vienes.
Con las sombras llegas.

¡Imperio sobre la ciudad!
¡Llanto atribulado!
¡Latifundio de tumbas!
¡Voz de soprano!
¡Cuenca vacía!
¡Aliento desdentado!
¡Mueca de cadáver!
¡Fría!

Te damos la mano
y nos rompes
las uñas,
los dedos...
las vísceras.
Te arrullamos
con el viento,
te mecemos
en los puentes
y te pasamos
a la otra orilla.

Y seguimos siendo
los cadáveres
de la vida,
los hombres
del pueblo,
los desesperados,
los desamparados,
los parias,
los hambrientos
sin llanto y sin villa.

Y seguimos amándote
-muerte-
después de la vida,
no por costumbre sino
por una vieja rencilla.


Nos profanas la vida
y nuestro cuerpo.
Nos trepanas los huesos,
el músculo
y los tejidos.
¡Y nos tendemos a morir...
sin prisa!

DESESPERANZA

Cansado de mí,
hastiado de todo
lo que es mío,
de lo que he hecho mío.
Añoranza de cuanto tuve,
desesperanza
por lo inalcanzable,
me duelo y tiemblo.
Temblor de mí,
de mi cuerpo,
de mi entraña:
trepidar del desconsuelo.
Cansado de mí,
de mi dolor,
voy y vengo y sueño.

Surco la tierra.
El aire quiebro.
La vida construye conmigo
polvo…arena.
Sueño y me desvelo.

Soy en la mar un sargazo.
En el campo voraz incendio.
En el cielo astro extinto.
En la vida herida abierta.

Árbol sin hojas
casa sin techo.
Noche sin luna
día sin sol.
¡Tormenta de arena!

Soy cauce trazado
que nadie sigue.
Sol débil en
día borrascoso
lluvia de estrellas
en cielo nublado.
Soy enigma
que vive y muere
cansado,
harto de todo
lo que es mío.

Cansado de mí,
de mi dolor,
voy y vengo y sueño.

CAPRI

Tus ojos de sol
y tu melena sin tiempo
han viajado veinte años
a lomo de infancia
para residir en este poema.

Has resbalado
por la pendiente
de la selva
como agua purificada
en el filtro natural
de la tierra
y has formado charcas
en el seno de la sierra.

Tu ladrar de bosque
se confunde con el
líquido de hojas
en caer de silencios
y tu presencia
llega como incesante
aguacero.

Otros seres
llegaron y se fueron
con sueño,
pero nadie dejó
tan maltrecho el ánimo
ni nadie encendió, como tú,
la llama de mi fuego.
En julio de fiesta
un estrépito de autos
nos llegó lejano
y murmullo de gente
avisó de tu encierro.
A solas,
te fuiste ladrando
en un golpe de suerte
y diez hilillos
de sangre te corrieron
por los dientes,
y mil gritos de llanto
barrieron el polvo
de tu muerte.

Los niños
te recogimos
cuando ya eras
silencio de asfalto
y las mujeres
te lloraron, incansables,
y mi madre, en agonía,
te insultaba por esa
manera tan absurda
de abandonarnos.
Los mayores, hombres,
abrieron en suelo fértil
un nicho de tierra
en qué meterte,
y te lanzaron
al profundo abismo
para protegerte.

Pero todos lo sabíamos…
tú, Capri, te irías
por sendas irreconocibles
hacia un mundo lejano
y sombrío del que ya
nunca retornarías.
Y así fue.
En el tiempo te buscamos
-llamándote incesante-
y nunca más ni siquiera
un ojo devolviste.

Hoy, otras dudas,
otros golpes terribles
de la vida
te sacan de ese inmenso
vacío y te colocan
al borde de mi pluma
para preservarte del olvido.

¡Capri!
Nombre que te designó
se trocó en hoja al viento…
llanto cristalino…
nota de poema…
¡Capri!

IN…MUTABLE

Estoy sentado.
A mi lado los perros pasan,
desesperados,
su lengua por las heces.
Terminan su obra despreciable
y me ladran y me lamen,
pero yo soy el inmutable.

Un hombre me untó de su aceite
y me bañó con sus mejores perfumes,
arropóme con una túnica fina,
adoróme con flores eternas
y me pidió más riquezas,
pero…yo fui el inmutable.

Una mujer anciana y pobre
me contó sus desgracias,
lloró a mis pies,
depositó flores silvestres
y me adoró en silencio.
De mis ojos brotó una lágrima
caída de la infancia
y reconocí a mi madre.
La tomé de la mano,
acaricié su rostro
y partí con ella…
¡Ya no fui el inmutable!

AQUELLA CASA

Yo no sé qué tiene
aquella casa
que se perfila
imponente a distancia.
¿Qué guardará
cerrada y distante…
con jardines y rosas
al frente?
¿Qué tiene
aquella casa
que atrae extraña
mi mirada
y mueve mi impulso
a penetrar
en su alma?

¿Será acaso el aroma
de un perfume
extraordinario?
o ¿será quizá
el influjo
de un alma solitaria?
¿O el tiempo
que celoso guarda
a la amada
en el regazo?
¿O el éxtasis pletórico
de la carne
que ayer solitaria,
hoy se conmueve
en mis brazos?
¿O la amada
que entre pasión
y familia
en medio
de la tierra
al conjuro del amor
en medio
de la sierra
tiembla?

Yo no sé
qué guarda
aquella casa
que en el centro
de hondonada
proyecta camino
a horizontes
y lanza llamas
a ultranza.
¡Yo no sé
qué guarda
aquella casa!
Pero…¡Cómo mueve
mi impulso
a mirarla!

lunes, 15 de octubre de 2007

ERRANTE

A mis siete hermanos*


Siempre me he preguntado
de dónde me viene
lo aventurero de amor,
lo trashumante de caricias,
lo pirata de dolor,
si yo, sólo
en barco de papel,
en avión de primaria,
en cohete de oropel
he bajado
amores a granel,
¿de dónde, entonces,
me viene lo trashumante
de placer?
¡Ah! El dolor de mi madre.
El placer de mi padre.
¡De mi infancia…lo errante!

Con nuestros bártulos
a cuestas,
de la Independencia
-despertando estrellas-
hasta la casa del río
dos hermanos
abriendo brecha.

De la ribera
-ya cuatro abriles-
toreando, con sábanas,
lunas y luceros
a la 16 de Septiembre
en el cubrir de la bruma.

Allí tres años
y ya seis hermanos.
Con ciclones
llegué como extraño
y si no partí
con los vientos
fue porque nómadas
saltamos a casa de Beto.
Y con brinco de luna
y salto a confidente
nos llegó el octavo
Duquito-benjamín
en noche de relente.

Y nuevamente de
Morelos a Hidalgo
tres años
con terraza de espuma,
y en tiempo de lluvia
la acequia que inunda.
Y otra vez
pasado el invierno
llegado el verano,
con aperos y enseres
saltando el escaño,
en cola de cometas
cargando baúles
soportando macetas.

¿De dónde vienes aventurero
oliendo a limpio y a sol?
De mis padres,
que en noche de dolor
siguiendo luceros
correteando lunas
partían con trebejos
en busca de amor.
Y yo siempre
en la ribera
con mi vergüenza
en flor,
apuraba la noche
y surcaba callejas
haciendo cabriolas
al naciente sol.

¿De dónde vienes
pirata de amor?
De romper corazones
de casas viejas
y urgir –¡con reclamos
y a gritos!-
las caracolas
de las casas nuevas.

Y otra vez
cargado de aromas
trenzando estrellas
sosteniendo cielos
soportando mundos.
Del boulevard
a Morelos
para subirme
en brazos de ciego
y partir a la luna
y parir en desvelos.

Y ya en Morelos
tumbarse en la sombra
recoger mis bártulos
y partir con la aurora.

¡Ya sé de dónde me viene
lo aventurero de amor
lo trashumante de caricias
lo pirata de dolor!



Rafael Eduardo, Miguel, Sara, Tita, Daniel,
Concepción y Rolando Ulises, por la ventura de una
vida plena.

TIEMPO DE MENTIRAS 1986

Jorge Herrera






Y MIS OJOS

Y mis ojos
han recogido
arena de mar
tu imagen.

Y mis ojos
lagunas
salobres
han vivido
como siglo
al verte…
¡Siglo de
emociones!

Y mis ojos
han vertido
como surtidores
la luz de tus
ojos míos.

Y mis ojos
candela
de estrellas
han ocultado
tu amor con
el dolor mío.

Y mis ojos
han sentido
noches
de silencio
mar de sales…
¡Por tu olvido!

NO SÉ CÓMO HA SIDO

Un hálito
de tu existencia
me ha tocado
y me he sentido
un hombre nuevo.

Ha sido como
si mil pájaros
-sinfonía alada-
unieran tu nombre
a mi nombre,
tu aliento
a mi canto.

Ha sido como
si un río de nubes
me lloviera amores.
Ha sido como
si un rayo
fulgurante,
majestuosidad
instantánea,
luz dormida,
hoguera presta,
fragua donde se
templan las pasiones
a la luz difusa
del silencio,
me tocara.

No sé cómo ha sido…
pero fue.

He entonado
tu canto con mi canto.
He trenzado
mi aliento con tu aliento.
He lavado
tus labios con mis labios.
He impuesto
silencio a tu silencio.
He tocado
con mis manos
las mil manos
de tu cuerpo.

He sido
un sentimiento líquido
decantado en la fragua
de tu abismo.
Un viento fuerte
incrustado en tu montaña.
Un verde caudal
vertido en el
marasmo de tu océano.

No sé cómo ha sido…
pero fue.

TIEMPO DE MENTIRAS

Porque hemos
sostenido un
tiempo de mentiras
un espacio de
pasiones insinuadas.

Porque he huido
en un río de asfalto
para desembocar
en la línea confusa
de un abrazo, y tomar
-egoísta y avaro-
de tu rostro esfumado
un beso ciertamente…
falso.

Porque escapados
mis ojos
han recogido
un horizonte
de pasiones acalladas.
Y con zapatos
desgastados,
ropa raída,
te he buscado
en este espacio
perfumado
con actitud
de hormiga.

He llegado
a la orilla
de tu dermis
me he sentado
en el arco
de tus ojos-puentes
y a la luz clara
brotan muslos
repentinamente,
cabellera enredada
en mis manos
brazos agitados
y violentos
rumor de agua
sonidos de silencio
quietud de pájaro
puente que guarda
mi secreto…
tu secreto.

Porque he alimentado
tiempo de mentiras,
un ir y venir de
espacios desgastados,
un recorrer de calles,
vacío,
un sostén de
esperanzas vanas.

Chaneque sobre duende:
duende y Yobaltavan.
Viento que me
lleva siempre
a tu ventana.
Y la leyenda
inscrita, realidad
de mis pesares:
¡Tiempo de mentiras,
de pasiones insinuadas!

A PESAR DE TODO

Has escrito, trémula,
mi nombre sobre una hoja.
Has bajado de tu pedestal
de diosa griega
para suplicar que no torne
por la senda del amor florido:
sueño de peces,
cardumen confuso
senda del ir y venir
camino del olvido.

Súplica profana: no vuelvas.
Pero…el amor se ha subido.
Se sujeta con dedos fuertes,
raíces profundas.
Se amarra con sus amarras
de pasión y gracia.
Soporta el vendaval
de insultos,
desprecios,
tu aire helénico.

El amor derrama
su lluvia bienhechora.
Extiende sus hojas verdes,
suaves, tersas.

Se prodiga en sueño de caricias,
cascada de palabras tiernas.

El amor no sabe de sujeciones:
se da en la palabra, el desierto,
el mar, la cocina, el comedor.
Se da pródigo a cada instante.
Él no sabe de negativas:
arremete, se hincha, se inflama,
se sostiene.

A pesar de todo,
una, dos manos,
veinte dedos,
el cuerpo, nuestro cuerpo,
a pesar de todo…
el amor se tiende
a morir despacio
si eso quieres.

EL DÍA DE LA MUERTE* 1988

Mercedes Castellanos Amarillas




¿QUIÉN DICE QUE VAS A MORIR…AMIGO?

“...Y el alma, un ave que remonta el vuelo.”
Ignacio Manuel Altamirano


¿Quién dice que vas
a morir…amigo?
Si derramas la vida
como estela
y cantas con
tu palabra sincera,
alfaguara de revueltas,
un verso lento y tierno
que retrueca
tu imagen siempre
viva de fea.

¿Quién dice que vas
a morir…amigo?
Si mil esteras
perladas de noche
no hacen sino
tu vida más ligera.
Y cien mujeres
te cuidan día a día
para que tu barba
más no crezca
y el reino del dolor
ya no sea.

¿Quién dice que vas
a morir…amigo?
¡Si tan sólo
me has traído dos libros
y yo quiero
que sean docenas!
Ah, esta delgadez
que te abruma
no es de vida seña
seguramente pronto
estarás con otros
en la luz
de una vida nueva.
Y cabalgarás caminos
de lunas llenas
troquelados
de nácar y ámbar
salpicados de luz,
rincones floridos
de perlas,
cerca de azul
ribera.

Y tú…Mochilanga...
oirás desde lejos,
doquiera,
un coro de poemas
que te canta:
“Mecachis que sí
estás guapo”
y tendrás
que retornar
a tierra
donde otros
te lloramos
ayer, apenas,
porque viéndote
cabalgar por
el firmamento
pensamos que
una estrella eras.

¿Quién dice que vas
a morir…amigo?
¡Sólo aquél
que no te quiera!

jueves, 11 de octubre de 2007

REQUIEBRO A LA MUERTE

“¡Anda putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!”
José Gorostiza


¡Qué de pronto
vino el silencio!
¡Como ladrón familiar
entró a tu cuerpo!
Tú lo acogiste
sereno.
Entre copa y copa,
paciente
entre pacientes,
te esperó artero.

Decaíste
en el umbrío aposento
donde madre
esposa e hijos
se consumían contigo
viéndote morir
calladamente.

¡Qué de pronto vino!

Llegó como ladrón
y se metió
en tu vientre.
No lo reconociste
porque joven aún
no entendiste
lo terrible
del silencio.
¡Ay, lo terrible
del silencio!

Te hizo cruzar
las piernas
y en bamboleo
crecer como antes
tu palabra,
tu barba
de náufrago silente.
Y te imposibilitó
para el baloncesto
que otrora
jugaste señero.
Y te prohibió estar
junto a seres amados
que a distancia
luchaban por verte.
Cada día, tus amigos,
importunábamos:
“¡Que te mejores!”
sabiendo que la Muerte
te esperaba en el lecho.
Fue la última mujer
de mil de ellas
que se acostó contigo
para beber la gota
púrpura de tus labios
y convertirlos
en mágico nácar.

¡Qué terrible silencio
se apoderó de tu cuerpo!

¿Y tu carcajada,
alfaguara de aliento?
Hoy viaja
por tiempos ignotos
en el espacio
del recuerdo.
Aún la escucho:
¡Chispa de vida!
¡Requiebro al aire!
¡Piropo a la nada!
¡A todo!
¡A la vida!
¡A la muerte!

¡QUÉ DIFÍCIL!

“…Voy a volverme un llanto subterráneo
para echarte mis ojos en tu pecho…”
Jaime Sabines



¡Qué difícil
se hace todo
sin ti, Leonardo!
Encajado ya
en el paisaje
tornasol del
crepúsculo,
caminante incansable
en los cuatro
puntos cardinales
te encontraba.

Hoy, la ciudad,
a causa de tu ausencia
se siente hueca, vacía.
Un don bohemio
una palabra alada
una noticia
al aire, tuya,
nos hace falta.
Y tú tendido en esa
tu bóveda cerrada
prisionero recinto
para tus anchas
y tus libertades.

Frío sarcófago
inútil para tanto
calor humano,
húmedo sitio
maldito paraje
para tus huesos
y tus ayes.

¡Levántate y anda!

Empuña tu poema
de mentiras y verdades
súbete al auto
de la vida
y corre por El Palenque
tras El Veterano.
Refréscanos con ese
tu don maravilloso
de inventar un cuento
y tras el cuento…
la huída del torero
frente al toro,
el toro de la vida
con su pase de Verónica…
y tu carcajada.

Recuérdanos con la
amenidad de tu charla
no exenta de ironías
“que somos en la vida
mucho, poco o nada.
¡Y qué…hijos
de la chingada!
Que yo vivo la vida
y basta…”
y tu caravana.

¡Qué difícil
se hace todo
sin ti, Leonardo!

EL DÍA DE TU MUERTE

“Y por última vez aquella noche
brillaron las estrellas para ti.”
Manuel Benítez Carrasco

El día
que te entregaste
a la muerte
la tierra se abrió
en un inmenso
ojo de hormiga y,
alegre,
entraste por él.

Ya nada te importó
ni tu madre
ni tu esposa
ni tus amigos
ni los otros
ni las otras
ni tus hijos.

Lanzaste,
llama viva de futuro,
tu mirada lánguida
y te enamoraste
perdidamente
de ese desquiciante
desdentado peregrino.

El día que te fuiste
por el ojo de hormiga,
sin aviso,
todos te anduvimos
buscando
-inútil búsqueda-
en los subterráneos
brazos insultantes
del vacío.

Todos
los que te queremos
deseamos, entonces,
meternos por ese
ojo de hormiga
y llevar hasta ti
tu ciudad y tus calles
tus casas y tus hijos
de olvido.

Todos ansiamos
meternos por ese
infinito
ojo oscuro
y depositar
en entrega inmediata
tu mundo.

¡Pero tú hiciste
caso omiso!
Te marchaste
bullanguero
y alegre,
en pos de esa
conocida
milenaria
que tendió
hacia ti,
veleidosa,
la mano
descarnada.

Poco
te importó
mi miedo,
nuestro miedo,
tu ausencia
y mi angustia.
En sobrado vuelo
-sueño al aire-
partiste por veredas
altas, celestiales,
mamando oscuridad
besando vacuidades
abrazando sombras
sembrando eternidades.

Aún miro, diligente,
tu cayado de plata
sembrando ojos albos
al caer la tarde.

Aún recuerdo
el día que
te entregaste
a la muerte, Negro.
La tierra se abrió
-ojo de hormiga enorme-
y te perdiste
jineteando estrellas
en los linderos
del espacio...


EPÍLOGO

“Hay golpes en la vida tan fuertes…Yo no sé”
César Vallejo


Al principio
la vida sin ti
estaba vacía.
Después, contigo,
el sol
iluminó pleno.
Ahora, mes
de primavera
-ciclo inevitable-
sin ti
oscura noche
es de ausencia.

Primero abriste
-tímidamente-
tu corazón al calor
de la madre
y te abrigaste
a la sombra
en su regazo.
Todo tu mundo
era el pequeño
valle de la sala,
la montaña
de los muebles
y la oquedad
de sus brazos.

Tu padre, entonces,
era para ti, tan alto
y tan firme y tan severo,
que tú lo obedecías
asaz de prisa,
por temor a romper
-ráfagas de hielo-
el puente de cristal
que los unía.

En la juventud
fuiste el seleccionado
que ganaba
al salto de dos
y encestaba
el tiro libre
y dejaba atrás
al enemigo
con el perfecto
lance de tu triple.
Eras sol,
centro de universo,
excelso declamador
tipo aventurero
que en el pecado
consiguió el perdón.

Presidiste de tu
colonial ciudad
la tradición
de sus festejos
y jurado
en concurso cultural
y promotor
de palabras en revuelo,
pez en el agua,
entre gaviotas
ave en el espacio
de sus vuelos.

Carisma, liderazgo
en campaña,
orador sereno,
cada momento
lo viviste aprisa
como aprisa
te arrancó la vida,
la savia, tu venero.

Y llegó el aciago día:
en holocausto
rendiste tributo
a la tierra;
y fuiste noticia
en el periódico
y plática obligada
en mesa ajena.

Y pasan los días
y pretendemos olvidarte.
Pero siempre
hay un niño
una acción involuntaria
un ajetreo impensado
de la vida
una palabra
que fue tuya
un poema que tú decías
y salta -entonces-
llanto incontenible
mil lágrimas
hilvanadas
de recuerdos.

Hoy,
la muerte y la vida
han tejido
una túnica
para abrigarte
un manto de siglos
un gorro sin tiempo
un calzado de
aluminio.

Y desde aquí,
desde este desierto
poblado
cae lluvia
bienhechora:
fragmentos de amigo
desde tu recinto
desde un muro
sólido y frío
para preservarte
del olvido…

Y un desesperado
ha dedicado
seis poemas
a tu memoria.
Este último
a manera de epílogo.


*Poemas dedicados a Leonardo Mendoza Fragoso, con motivo de su
muerte. Fue miembro fundador de la Peña Literaria de Santiago
Tuxtla, Ver

AJEDREZ DE AMOR 1990

Mercedes Castellanos Amarillas

BUSCARTE CADA MAÑANA

De la sierra.
De lo intrincado
de la sierra
baja este mar
de amor deshabitado.
De las estrellas.
De la inmensa
población de estrellas
desciende este océano
como amor de arenas.

De mí.
De la vastedad
de mí,
me llega
con la aurora
un anhelante
suspiro de ti.
Cada día
transporta el alba
aromas de alhelí
y un pensamiento
cultivado anoche
en labios de rubí.

Un “te quiero”
lanzado al viento.
Un “¿me quieres?”
pregunta de goleta
al mar.
Y un despliegue
de velas
abriendo labios
de espuma y de sal.

Un andar de tiempos
distantes y ajenos.
Un encontrarse
de pronto,
un caer de ojos
un levantar de hombros
y un verse de nuevo.

Y después…
seguir muriendo
en espera
llama que abraza
eternidad de fuego:
buscarte cada mañana
y sentirte tan lejos.

FRUTO DE AMOR

En este caer de días
-piedras en precipicio-
exhala su aroma
un fruto firmemente
asido, no sé,
a la mentira.

Se queda suspendido
en el brazo del espacio
y cada vez más fuerte
impávido mira
una lluvia de tiempo
que no lo vence.
Es un fruto-amor
de mil palabras dichas.
Es una ternura
que espera la noche
para nutrir su aurora.

Es fruto-amor-poema
que de distancia se queja
y en aguaceros vierte su pena.

Es canto alado
sonido de barca
en altamar.
Es silencio de selva
penetrando en el alma
a descansar.

Es éste un fruto-amor
de dos que de
pronto se forjó
y ha templado
un toque albo
de clarín que
deslumbra el alma.

Dos frutos redivivos
que no cejan.
Amores
en la rama del ocaso
que el acaso encierra.

En este caer de días
-horas en precipicio-
hay un fruto firmemente
asido –no sé- a la mentira.

miércoles, 10 de octubre de 2007

AMOR FUGAZ

Porque mi vida
oscila
en construir
en penumbra
en soledad
en distancia.

Porque veo
en el paisaje
de El Vigía
las formas perfectas
-líneas cósmicas-
de tu cuerpo.

Nuestras vidas
se detienen
en la esfera
de un deporte
y caen como cascada,
tormenta de emociones,
en el anillo metálico
de la aurora.

Tu voz y tu cuerpo
llegan al través
de un hilo
indiferente
gélido
a nuestra súplica:
oidor sereno,
insensible,
divulgador de
la palabra
que como Dios
se crea.

Palabra alada
que empuja, castiga,
hiere, profana,
leva al infinito.
Nos hace uno
en comunión
afinidad de pasión
necesidad de dos.

Fugacidad insultante
en el nervio
de un tiempo
que no es nuestro.
Y luego…la ausencia,
el dolor y el llanto.

Es un asirse
-desesperado-
de una cuerda tirante
en un entorno
que es ajeno.

Estas montañas
y ríos y selvas
nos asfixian.
Estas calles
condenan y…
ojos murmuradores
revelan.
No queda, entonces,
sino llevarse
al infinito
este infinito amor
que nos condena.

MORIR SIN TI

Uno también
muere de amor.
El amor
es un tierno fuego
que abrasa
primero emociones
después la razón.

Uno también
se deja morir
de amor
cada noche
sabiendo que
en tu recinto
una sombra
te toma cuando quiere
y un perdido
amor en el desierto
sueña contigo
a hurtadillas,
despierto.

Uno es el que anda
en las calles de tu sierra
lleno de ti
y cree reconocerte
en cada fémina
y desea sentirte
cerca y junto
como noche y estrella
cauce y río
litoral y arena.

Uno es el que tiende
-pescador desesperado-
su red vieja
y espera obtener
un tu pañuelo de seda
un tu arete de perlas
un tu dije de quimera
un algo un todo
que te pertenezca.

Uno es el que
en el umbral
distante al tuyo
te llama
y otro es el que arriba
sereno a tu puerta.

Uno es el que ávido
se tiende a pensar
esperando que mareas
fortuitas te traigan
por la cuerda fugaz
de una estela,
y te quedes, aerolito,
en el fondo mar
de mi existencia.

Uno es el que
muere de amor…
Sin tu presencia.

ÉSTE FUE UN AMOR

Éste fue un amor
que tuvo su origen
en la bóveda celeste
de una ilusión.

Fue un amor
que se nutrió
en el misterio
y se sujetó
con sus raíces
en el universo
de la nada.

Pletórico
de éxtasis
de desnudos
no vistos
ramificó
sus largos
brazos
hacia un ciclo
de esperanzas
vanas.

Tocó
-desposeído milenario-
las puertas
de un hermoso
salón vacío
y encontró
en una sabana
de miradas
un horizonte
de pasiones acalladas.

Y palpó
un febril celo
en el cielo
de la amada.
Y golpeó
-mazo del deseo-
una puerta
de agua y cal
al punto desmayada.

Y no fueron ya
sino dos amores
en llamas
abarcando praderas
devorando caminos
incendiando litorales
avanzando veredas
apagando luceros
prendiendo canas.

Fue éste un amor
que tuvo su origen
en la esfera celeste
de un noviembre de flor.

PASIÓN

Pasión encendida
como soles de universo
muslos que se abren
como delta en río
amor que brota
como flor de estío
amor que cae
por su propio peso.

Mar de amor
húmedo, profundo,
penetrando agua y sal
hasta los huesos
mal de amor
vagabundo
distante
sin tus besos.

Amor que
floreció un día
y cayó con la tarde
flor firme
al mediodía
hojarasca
vespertina
que no arde.
En la senda
te encuentro
única,
perfecta
en un mundo
de imperfectos
y mi pasión teje
invisible túnica
para tocar
las formas
de tu cuerpo.

A las trece horas
tus ojos a mí viajan
a las trece once
quiebras mis alas
de porcelana.

A las catorce
partes autobús
en viaje
a un recorrido
sin regreso.
A las catorce
soy inocente
preso
exigiendo
a la vida
un pasaje.

A las diecisiete
soy celos
que funde piedra:
río de miel
hecho hiel
por tu ausencia.

A las veinte horas
un cielo trina
y un desesperado
contesta:
sierras tiemblan
besos cruzan
y adioses rezan.

A la una
-hora prima-
somos fuego
pavesa
pasión en delta
engranes
unión de crucetas.
A las tres,
dormida pasión
frío
silente beso
callada obsesión.

Amor que brota
como flor de estío
amor que cae
por su propio peso.

AJEDREZ DE AMOR

Hace más de un siglo
que mueves mi pasión
desde la perspectiva
de las negras,
y yo no he pulsado
tu sentimiento
desde la crin
de mis blancas.

Que ya tocas,
distraída,
el peón de mis celos;
molesta,
el alfil de mi cielo;
coqueta,
el bridón
de mis enojos;
y te sientes
dueña y señora
del cuadrado.

Y yo no he tocado
-no por debilidad,
ni por asomo de ansiedad-
la encendida pasión
de tus caballos
ni la pieza negra
de tus senos,
ni el altivo torreón
de tu cuerpo.
Y he respetado
-jugador sereno-
toda la cuadrícula
del tablero.

Y tú, en cambio,
sigues de las blancas
doblegando
la gracia
y la abundancia
amorosa
de su reina

Y yo continúo,
pensativo,
sin acertar a mover
la gallardía
de tus infantes,
ni la belleza
de tu dama,
ni la excitación
de tus corceles.
Pero el colmo…
te has atrevido
a golpear
la tranquilidad
de mi soberano
con el pretendido
jaque-mate
de tus impasibles
emociones.

¡Y me he decidido
al fin!
¡Qué choque!
El donaire
de tu soberana
se engulle el enojo
de mis atalayas.
Tu alfil,
sonrisa franca,
se come la seriedad
de mis peones;
y el cándido
pensar de tu señor
se impone
al intrincado
razonar de mi torre.

¡Pero qué ojos
los de tu emperatriz
ante la proximidad
de mi monarca!
¡Qué sensualidad
de tus labios
al sentir
el galope tendido
de mis besos!
¡Y qué frenesí
de tus ansias
en el sosiego
de mis brazos!
¡Y qué de caricias
y ternuras
en la cuadrícula
del tablado!

¡Qué partida
por conseguirme!
¡Qué lucha
por olvidarte!
¡Qué de infantería
fundida
en el fragor
de la batalla!
¡Y cuántos
torreones caídos!
¡Y cuántas
ilusiones olvidadas!

Y mi rey
que en siglos
había construido
un baluarte
de emociones,
invencible,
al sentir el contacto
de tu reina
trocó su cólera
infinita
por un amor
sin engaños…
y se tendió
a morir despacio
al encenderse
el tablero
con el jaque-mate
de tu olvido
y el eterno adiós
de tu abrazo.
RENUEVO

1992

Mercedes Castellanos Amarillas

GUAYABA AMOR

Nadie sabe
cómo has llegado.
No fue en semilla
sino…¿en flor?

Al arribar
a esta tierra
que no era tuya
con tus cinco brazos
te arraigaste.

Alguna vez
pensé arrancarte
pero tú…
con tu presencia
y tu sonrisa
en flor
te sujetabas.

Otra vez
pensaste irte
pero yo…
con mi riego
y mis cuidados…
¡Te quedaste!

Después…
bebí de ti.
Recuerdo
que en un tiempo
tu energía
se concentró
de tal forma
que uno,
un sólo fruto
me obsequiaste.

Llegué a tus ramas
y tomándote del talle
arranqué
el fruto sazonado
que en blancura
y rosa
me entregabas.

Fui paciente:
la era había
germinado.
Cada mañana
te regaba
cada tarde
te cuidaba.

Y otra vez
el riego
el ruego
la espera
el fruto:
lo bebía
angustiado.

Tus ramas
fueron creciendo
tus llamas
fueron
aumentando.
Mis cuidados
se avivaron
mis afanes
se multiplicaron.
Después…
el después no llega
tendremos
que esperarnos.

ÁMAME

Yo amo tu osadía
y tu engañosa actitud
indiferente.
Amo el abismo
de tus ojos
y el carcajear
de tu río.
Amo el volcán
de tu boca
eruptando principios
y amo tu fidelidad
a los casos perdíos.

Yo busco
tus pasos seguros
abiertos al frente
tu imperativo gesto
exigiendo justicia
ávido vuelo
libertario
sugerente.

Yo he sabido
de la mentida
espina que te hiere
y he palpado
el mar de tu agonía;
he conocido
la universal
ternura
que rezumas
alada rosa
que suspiras.

Yo sé de la pecera
que te ahoga
del cardumen
confuso
que te engaña
y sé que el desliz
de las horas
no se detiene
en el rostro
de tus aguas.

Rosa cristal
Agua de roca
ámame con el cenit
de tu boca.
Ave risa
Risa alada
bésame
con la candela
de tu mirada.

Tú no sabes
del cristal avisor
que te persigue
noche a vía
vía a noche
caleidoscopio sensual
que te desviste.

Amo tu osadía
y tu engañosa
actitud indiferente.
Amo tus ojos
y tu río.
Amo el volcán
de tu boca
y tu don
de justicia.
Amo la universal
ternura
que rezumas
y amo el desliz
de tus horas.

Rosa cristal
Agua de roca
ámame
con la grana
de tu boca.

LA BÚSQUEDA


Los conceptos
han cambiado.
La forma de medir
el amor
los principios
el tiempo
ha variado.
El amor se mide
en el cuadrante
de las ansias.
Los principios
en los guijarros
del espacio.
Y el tiempo
en los 360
grados cardinales
en tu búsqueda.

Tu imagen es
la estadística más fría
la mentira más pura
la audacia más escondida.
Tu imagen
es la piedra lavada
el rostro arrebolado
y crepuscular
de las siete de la tarde.
La imagen viva de luz:
paloma que llama
-grito sensual-
en el cobertizo
de cultura.

Tu voz se extiende
se detiene en la
cuerda de tu risa
donde yo,
cirquero de brisas
a recrearme vengo
a acongojarme voy.

¿Y qué…a ver?
-me dices-,
y 32 cenzontles
sonrientes
bañándose
en tu río.
Y 32 cenzontles
silentes
muriéndose
de frío.

Y en el litoral
de tu talle
mi cinturón
de miseria
y en la curva
de tus muslos
mi corazón
se desvela.
Y en la vía
de tu cuerpo
-hormiga-,
paso veloz
y alfileres
de deseos
enterrarte
quisiera yo.
Y en erupciones
voluptuosas
tus calles
suben y bajan
y en policromos
disfraces
de líceres
se desmayan.

¿Y qué…a ver?
-me dices-.
¡Y qué ayer
desgranándose
en búsquedas!
Tú por la plaza
yo por tu casa
corazones abiertos
tambores llamando
a duelo
campanas plañideras
cruzando adioses
en secreto.

¿Y qué…a ver?
-me dices-,
intentando
cicatrices con qué
curar heridas.
Para nada
tabletas
que echen
a volar desvelos
si en la imagen
viva del insomnio
-filo de caricias-
me recreo.

¿Y qué…a ver?
-me dices-,
sembrando
cicatrices con qué
curar amor